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DE POR QUÉ SÁLVAME ES DELUXE

No sé si vosotros también lo habéis percibido, pero de un tiempo a esta parte reina en el ambiente una “susceptibilidad generalizada” de la que se deriva una corrección política exquisita –o estúpida, según cada quién-. Lo que vengo a decir es que últimamente no te puedes ni cagar en la leche sin que alguna asociación de amigos de la ganadería te afee semejante conducta, por poner un ejemplo. Mi opinión a este respecto es que lo mejor que uno puede hacer en esta situación es dejar de opinar y adaptarse al nuevo civismo que impera. Por eso hoy voy a reclamar más dignidad y respeto para un colectivo al que pertenezco y que es públicamente vapuleado sin que nadie diga ni mú: los consumidores de telebasura o, como preferimos que nos llamen, coprovidentes. Puede que sea la reencarnación de una ama de casa octogenaria de Ojén, pero a mí me gusta –qué digo ¡me encanta! ¡me fascina!- la telebasura. Los moradores de Telecinco hacen mis delicias cada vez que encuentro un rato para ...

¿Y los niños? ¿Es que nadie piensa en los niños?

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El otro día estaba sentada en el sofá de mi casa cuando reparé en que ya soy demasiado mayor para decir: "cuando sea mayor..." Y tras ese descubrimiento se me cayeron encima otras muchas evidencias de mi incipiente senectud como el hecho de que me dan asco los bichos o que el telediario me entretiene. Fue un programa de televisión el que me hizo llegar a tan certeras conclusiones acerca de mi infancia, ya marchita. Hora de Aventuras, para ser exactos. Estaba viendo esos dibujos animados cuando me di cuenta de que su argumento, lejos de seguir un desarrollo lógico, era una sucesión de locuras lisérgicas. Y lo mismo me sucede con Historias Corrientes, Dora la Exploradora y demás series infantiles. En un primer momento caí en el error de pensar que las series de ahora no son como las de antes , que cuando yo era pequeña los dibujos eran mucho más normales. Pero no. No son los dibujos los que han cambiado, sino mi cerebro. Algo me hace creer que ver el mundo desde la óptica...

El masoca interior

Muchos habréis oído hablar de esa movida del niño interior que todos tenemos y con el que, por lo visto, hay que llevarse bien para ser una persona equilibrada. Por el contrario, estoy segura de que nadie os ha mencionado nunca a otra criaturilla  que habita dentro de la mayoría de nosotros, nuestro masoca interior, responsable de conductas tan frecuentes y extendidas entre la población como carentes de sentido. Imaginad que os invito a mi casa a comer  y cuando estoy rebanando el pan para los canapés, me corto un dedo. Es una herida dolorosa y fea de la que además mana bastante sangre. Vosotros, que sois gente muy cortés y amable, os ofrecéis a curarme con betadine y gasas, o a llevarme al hospital si con lo primero no basta. Entonces yo, con toda naturalidad os digo que no os molestéis, y en vez de lavar la herida, lo que hago es meter la mano afecta el el cubo de la basura y rebozarla bien en mierda. A continuación saco la caja de las herramientas y con unos alicates te...

Dark side of Facebook

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Como habréis podido observar, he hecho una página de Facebook de Memorias de una Desmemoriada, que no es más que el resultado de un ataque de aburrimiento y egolatría. Si aún no le habéis dado a me gusta, adelante, me daréis una enorme satisfacción únicamente comparable con encontrarme un billete de cinco euros en el bolsillo de un pantalón. Mis queridísimos lectores, Facebook y yo tenemos una relación de lo más tormentosa. Tal y como le sucedía a Catulo con Lesbia, lo odio y lo amo al mismo tiempo (sí, a veces me gusta ser un poco pedante ¿pasa algo?). El mayor problema que le encuentro a esta red social -y a todas en general- es que están cambiando nuestra forma de entender la vida en general y el ocio en particular. A mucha gente ya no le sirve con disfrutar, necesita hacer público su deleite, que todo el mundo sepa lo feliz que es y esto crea, cuanto menos, situaciones desesperantes. El fin de semana pasado asistí a un concierto de un grupo tributo a Nirvana, éramos c...

Domingo por la tarde

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Los domingos por la tarde deberían abolirse por decreto ley. Acabas de comer y no sabes qué hacer con tu existencia ¿dormir la siesta? ¿poner la tele y tragarte un par de telefilms ? ¿oir un poco de música?¿leer? Todos las actividades que durante la semana se perfilaban atractivas, llegada la tarde del domingo se vuelven tediosas. Miro por la ventana y observo que, para variar, el cielo no está del todo encapotado. Se me pasa por la cabeza llamar a alguna amiga e ir a tomar un café, Pero, joder, es domingo por la tarde y el mero hecho de pensar en quitarme el pijama me produce urticaria. Además no hay nadie por la calle, todos, al igual que esta menda,  están en sus respectivas casas muertos del asco, pensando en que mañana tienen que volver a la rutina, haciendo buenos propósitos para la semana que entra y engañándose a si mismos creyendo que los van a cumplir. El problema es que  todo cierra, no hay nada que hacer ni a dónde ir para alienarse. Todo parece invitar ...

Wáters ¡qué lugares!

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El ser humano es sorprendente. En muy pocos años ha conseguido crear máquinas capaces de mostrar el interior del cuerpo humano en una pantalla (sin necesidad de llevar a cabo una vivisección), de conectar un extremo del planeta con el otro a tiempo real, de construir robots que realizan tareas de manera más precisa y eficiente que las personas. No obstante, pese al avance técnico, científico y artístico todavía hay un par de aspectos que se han mantenido constantes. Los clásicos temores del ser humano (a la soledad, la enfermedad y la muerte) son el primero; el otro, mucho más prosaico, es el que nos ocupa hoy: los baños públicos y los sucesos paranormales e incómodos que acontecen en su interior. En los aseos públicos de mujeres (puesto que la naturaleza me ha dotado de dos cromosomas X y, de momento, no cultivo el voyeurismo, son los únicos sobre los que puedo pontificar con verdadero conocimiento de causa), sucede un extraño fenómeno que me trae de cabeza. Se trata de la pres...

Yano ya no cuenta cuentos

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La otra noche estaba viendo por enésima vez un capítulo de los Simpson en la tele. Durante el intermedio, lejos de hacer algo productivo con mi existencia, o simplemente cambiar de canal, me quedé tirada tragándome todos y cada uno de los anuncios que, dadas las fechas y el público mayoritario de los Simpson, no podían ser más que de juguetes. Si bien algunos no han cambiado, véase El Cocodrilo Sacamuelas , o el UNO -que existen desde que el mundo es mundo y Jordi Hurtado presenta Saber y Ganar - otros, en cambio, han introducido aspectos novedosos para adaptarse a las necesidades de los niños del siglo XXI. El Micronova y el Alfanova se han hecho a un lado para dejar paso al Make Your Case , una estación de manufactura infantil de fundas de teléfono móvil al más puro estilo taiwanés. El viejo robot Emilio, que en otro tiempo fue deseado por todos los niños, ahora va de gasolinera en gasolinera ofreciendo sus servicios a recios camioneros, a cambio de un trago de aceite de mot...

Usos y costumbres del refinado interlocutor virtual

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El ser humano es un ser social y ególatra por naturaleza. Necesita dar a conocer su opinión -por estúpida que sea- a los demás y que ellos la aplaudan. (Evidentemente, mi blog es la excepción que confirma la regla). Una buena forma de hacerlo es pontificar sobre las noticias de actualidad del momento. Este ritual que antes tenía lugar en bares, cafeterías, o en frente de la máquina de café; ahora -como tantas otras cosas- se ha trasladado a la red. Así, nuestras palabras, lejos de irse mecidas por el viento, quedan plasmadas para la posteridad en un comentario de Facebook que, aunque borremos, permanecerá encriptado por lo siglos de los siglos en algún lenguaje de esos que sólo algunos frikis elegidos entienden. La situación comunicativa ha cambiado por completo y puede que  a algunos de vosotros os cueste adaptaros. Actuáis como si todavía estuvierais intercambiando opiniones en la peluquería, la cola de la pescadería o el Bar Pepe, cuando en realidad estáis escribiendo en la pá...

EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON NO ES TAN CURIOSO

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El viernes me dormí, motivo por el que no tuve tiempo de prepararme el bocadillo que sería mi almuerzo. Una vez en la calle, decidí parar en una panadería para comprar algo que comer al mediodía. La chica de detrás del mostrador, apenas un par de años mayor que yo, se dirigió a mi como si estuviera hablando con una discapacitada mental. Cualquiera de vosotros, mis queridos lectores, os hubierais sentido incómodos u ofendidos al creer que esa chica os estaba vacilando. Por el contrario, esta servidora, acostumbrada, no le dio más importancia, pues sabía que no lo estaba haciendo de mala fe. Finalmente, la panadera formuló la pregunta que yo ya me esperaba: ¿Ya empezaste el cole? No tenía tiempo para sacarla de su error, así que asentí con cara de pena, cogí mis empanadillas junto con la vuelta, y me fui. A mi, como al pobre Benjamin Button al final de su vida, toda la gente que no me conoce y se topa conmigo en contextos que pueden dar lugar a confusión, me echan menos edad de la que...

ANESTESIA GENERAL

Su corazón late mientras los hombres de traje, como carroñeros, le extirpan los órganos más valorados en el mercado negro. Lo han engañado y en lugar de solucionar sus problemas, como le prometieron, cuando se despierte -si es que alguna vez lo hace- no será sino un desecho. La sombra de lo que siempre quiso ser. -Gracias por confiar en nosotros, haremos que te recuperes -le dijeron- y acto seguido procedieron a anestesiarlo. Primero lo sedaron, no con benzodiacepinas, sino con un Madrid -Barsa, con la final de La Champions , con medios de comunicación descaradamente tendenciosos y sensacionalistas, con el último escándalo de Belén Esteban o del Rey... antes de que se diera cuenta ya tenía un tubo en la tráquea y una vía en la yugular conectada a una bomba de infusión de hipnóticos. La situación requería una disminución masiva del nivel de conciencia imposible de alcanzar con los anestésicos habituales, por lo que decidieron recurrir a otras medidas.  Para lograr el efecto bu...