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MIERDA DE LA BUENA

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No sé si a vosotros también os pasa, pero cuando escucho la expresión "mierda de la buena" automáticamente mi cerebro piensa en un camello afroamericano (gracias Hollywood por tus prejuicios raciales) con gorro de lana y camiseta de tirantes promocionando la mercancía  "eh tronco, tengo mierda de la buena, vas a flipar con ella" . Es un reclamo publicitario de puta madre. Imaginaos que es sábado, os acabáis de liquidar una fabada con sus dos copas de vino correspondientes y su arroz con leche (o lo que sea que comáis los de debajo de la Cordillera Cantábrica) y cual serpiente pitón os retiráis a vuestra madriguera a echar la siesta. Entonces, en ese momento mágico en el que estás apunto de quedarte sopas, suena el teléfono. ¿Quién será? Desde luego tiene que suceder algo grave para que llamen un sábado a las 15.45 de la tarde; un incendio o una defunción como mínimo. Haciendo un esfuerzo hercúleo sales de la cama y descuelgas el auricular antes del último timbra

MODAS CHUNGAS I

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En Japón tienen un problema muy serio: les faltan actores porno. Su industria del cine X está en peligro de extinción debido a una gran desproporción entre la cantidad de hombres y mujeres intérpretes (siendo ellas mucho más numerosas). Hay quien achaca esta situación al gran aumento de los soshokukei danshi o chicos herbívoros, jóvenes que se declaran asexuales y que en consecuencia no están interesados en consumir -y mucho menos protagonizar- material pornográfico. Actualmente se debate si esta condición se trata de una orientación sexual más, de una disfunción orgánica o de una moda pasajera. No tengo ni idea. Lo cierto es que está presente en todo el mundo, pero en Japón con muchísima más fuerza. Los nipones siempre me han parecido gente peculiar que populariza artilugios y prácticas insólitas, como los besos con lengua en el ojo que tan de moda se pusieron hace unos años (hablo de los ojos de la cara, lo otro ya está inventado desde hace mucho) y que llevaron a más de uno a perde

DE POR QUÉ SÁLVAME ES DELUXE

No sé si vosotros también lo habéis percibido, pero de un tiempo a esta parte reina en el ambiente una “susceptibilidad generalizada” de la que se deriva una corrección política exquisita –o estúpida, según cada quién-. Lo que vengo a decir es que últimamente no te puedes ni cagar en la leche sin que alguna asociación de amigos de la ganadería te afee semejante conducta, por poner un ejemplo. Mi opinión a este respecto es que lo mejor que uno puede hacer en esta situación es dejar de opinar y adaptarse al nuevo civismo que impera. Por eso hoy voy a reclamar más dignidad y respeto para un colectivo al que pertenezco y que es públicamente vapuleado sin que nadie diga ni mú: los consumidores de telebasura o, como preferimos que nos llamen, coprovidentes. Puede que sea la reencarnación de una ama de casa octogenaria de Ojén, pero a mí me gusta –qué digo ¡me encanta! ¡me fascina!- la telebasura. Los moradores de Telecinco hacen mis delicias cada vez que encuentro un rato para