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¿Y los niños? ¿Es que nadie piensa en los niños?

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El otro día estaba sentada en el sofá de mi casa cuando reparé en que ya soy demasiado mayor para decir: "cuando sea mayor..." Y tras ese descubrimiento se me cayeron encima otras muchas evidencias de mi incipiente senectud como el hecho de que me dan asco los bichos o que el telediario me entretiene. Fue un programa de televisión el que me hizo llegar a tan certeras conclusiones acerca de mi infancia, ya marchita. Hora de Aventuras, para ser exactos. Estaba viendo esos dibujos animados cuando me di cuenta de que su argumento, lejos de seguir un desarrollo lógico, era una sucesión de locuras lisérgicas. Y lo mismo me sucede con Historias Corrientes, Dora la Exploradora y demás series infantiles. En un primer momento caí en el error de pensar que las series de ahora no son como las de antes , que cuando yo era pequeña los dibujos eran mucho más normales. Pero no. No son los dibujos los que han cambiado, sino mi cerebro. Algo me hace creer que ver el mundo desde la óptica

El masoca interior

Muchos habréis oído hablar de esa movida del niño interior que todos tenemos y con el que, por lo visto, hay que llevarse bien para ser una persona equilibrada. Por el contrario, estoy segura de que nadie os ha mencionado nunca a otra criaturilla  que habita dentro de la mayoría de nosotros, nuestro masoca interior, responsable de conductas tan frecuentes y extendidas entre la población como carentes de sentido. Imaginad que os invito a mi casa a comer  y cuando estoy rebanando el pan para los canapés, me corto un dedo. Es una herida dolorosa y fea de la que además mana bastante sangre. Vosotros, que sois gente muy cortés y amable, os ofrecéis a curarme con betadine y gasas, o a llevarme al hospital si con lo primero no basta. Entonces yo, con toda naturalidad os digo que no os molestéis, y en vez de lavar la herida, lo que hago es meter la mano afecta el el cubo de la basura y rebozarla bien en mierda. A continuación saco la caja de las herramientas y con unos alicates termino de

Dark side of Facebook

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Como habréis podido observar, he hecho una página de Facebook de Memorias de una Desmemoriada, que no es más que el resultado de un ataque de aburrimiento y egolatría. Si aún no le habéis dado a me gusta, adelante, me daréis una enorme satisfacción únicamente comparable con encontrarme un billete de cinco euros en el bolsillo de un pantalón. Mis queridísimos lectores, Facebook y yo tenemos una relación de lo más tormentosa. Tal y como le sucedía a Catulo con Lesbia, lo odio y lo amo al mismo tiempo (sí, a veces me gusta ser un poco pedante ¿pasa algo?). El mayor problema que le encuentro a esta red social -y a todas en general- es que están cambiando nuestra forma de entender la vida en general y el ocio en particular. A mucha gente ya no le sirve con disfrutar, necesita hacer público su deleite, que todo el mundo sepa lo feliz que es y esto crea, cuanto menos, situaciones desesperantes. El fin de semana pasado asistí a un concierto de un grupo tributo a Nirvana, éramos c

Domingo por la tarde

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Los domingos por la tarde deberían abolirse por decreto ley. Acabas de comer y no sabes qué hacer con tu existencia ¿dormir la siesta? ¿poner la tele y tragarte un par de telefilms ? ¿oir un poco de música?¿leer? Todos las actividades que durante la semana se perfilaban atractivas, llegada la tarde del domingo se vuelven tediosas. Miro por la ventana y observo que, para variar, el cielo no está del todo encapotado. Se me pasa por la cabeza llamar a alguna amiga e ir a tomar un café, Pero, joder, es domingo por la tarde y el mero hecho de pensar en quitarme el pijama me produce urticaria. Además no hay nadie por la calle, todos, al igual que esta menda,  están en sus respectivas casas muertos del asco, pensando en que mañana tienen que volver a la rutina, haciendo buenos propósitos para la semana que entra y engañándose a si mismos creyendo que los van a cumplir. El problema es que  todo cierra, no hay nada que hacer ni a dónde ir para alienarse. Todo parece invitar a la intr