Wáters ¡qué lugares!

El ser humano es sorprendente. En muy pocos años ha conseguido crear máquinas capaces de mostrar el interior del cuerpo humano en una pantalla (sin necesidad de llevar a cabo una vivisección), de conectar un extremo del planeta con el otro a tiempo real, de construir robots que realizan tareas de manera más precisa y eficiente que las personas. No obstante, pese al avance técnico, científico y artístico todavía hay un par de aspectos que se han mantenido constantes. Los clásicos temores del ser humano (a la soledad, la enfermedad y la muerte) son el primero; el otro, mucho más prosaico, es el que nos ocupa hoy: los baños públicos y los sucesos paranormales e incómodos que acontecen en su interior.

En los aseos públicos de mujeres (puesto que la naturaleza me ha dotado de dos cromosomas X y, de momento, no cultivo el voyeurismo, son los únicos sobre los que puedo pontificar con verdadero conocimiento de causa), sucede un extraño fenómeno que me trae de cabeza. Se trata de la presencia de gotas de pis en la tapa del wáter. No sería un suceso inquietante si, como nuestros compañeros machos, contáramos con ese cilindro mágico pero poco certero que les permite orinar de pie (aunque sin mucha puntería). A nosotras no nos queda más remedio que hacerlo sentadas (por si alguien lo ignoraba), y en esta posición fallar no sólo es complicado, sino que tiene mérito. Por eso, cada vez que entro en un baño público y encuentro esas doradas perlas adornando la porcelana, no hago sino preguntarme cómo han llegado hasta ahí. Así, tras meses de incesante investigación, resolviendo complejísimos problemas de física y mecánica de fluídos he dado con la respuesta, que se halla, como tantas otras, en un círculo vicioso

En el inicio de la jornada la persona encargada de la limpieza lleva a cabo su cometido fregando y desinfectando con esmero los inodoros (que de inodoros suelen tener poco), a continuación alguna mujer escéptica y temerosa de adquirir una infección urinaria acude a aliviar sus necesidades y a pesar de ver el retrete limpio como una patena, decide forrarlo de papel higiénico y, no contenta con eso, mear a pulso. Esta última operación se complica si tenemos en cuenta algunas circunstancias como el nivel de alcoholemia, la ausencia de una percha donde colgar el bolso,o la intensidad y duración del chorro. De esta forma se incrementa exponencialmente las posibilidades de errar y salpicar. Tras la escéptica sin puntería, entra otra que al ver que la tapa ha sido mancillada con orines, repite la operación y empeora el estado del baño en cuestión. Esta situación tiene lugar reiteradamente con un número variable de usuarias hasta que, finalmente, da pena, dolor y asco entrar.

Otro asunto reseñable son las extrañas e incómodas situaciones que albergan estos lugares, y de las que estoy segura que habréis sido o seréis partícipes a lo largo de vuestra vida. Situémonos pues en un baño emblemático que todos los asturianos y asturianas que se precien de serlo han utilizado alguna vez. Me refiero al de la estación de servicios de Villalpando, ese pueblo zamorano en el que el ALSA que nos conecta con la capital hace una parada de veinte minutos hacia la mitad del trayecto (coincidiendo casi siempre con el momento en el que estás a punto de caer en los brazos de Morfeo). Tú, siguiendo los consejos que te fueron dados en la más tierna infancia, has hecho tus necesidades fisiológicas antes de salir de casa y apenas has tocado la botella de Fuensanta por la que te clavaron en la estación de origen. No obstante, el autobús ha parado y eso significa que tienes que hacer pis, con o sin ganas, no sea que después sientas la llamada de la madre naturaleza y tengas que aguantar las dos horas y media restantes. 

Así que te adentras en el baño con la mente ocupada en reproducir la onomatopeya “pssssssss”, sin emitir sonido alguno, y te das cuenta que el resto del autobús ha tenido la misma idea que tú, por lo que se ha formado una cola más larga que la del Conde Lecquio. El baño se ha convertido de pronto en un ascensor lleno de gente que, harta del viaje, evita por todos los medios que sus miradas se crucen o entablar alguna conversación. Para ello cada quien examina las humedades del techo, el barrillo negruzco del suelo, el móvil, se retocan el pelo en el espejo... lo que sea con tal de no hablar ni que te hablen. 

Finalmente llega tu turno, la venerable ancianita que te precedía deja una cabina libre y, a parte de la inexorable gotita de pis en la tapa, ¡huele como el mismísimo Mordor! La viejecita por lo visto está podre. ¿Y ahora qué? ¿Entras y mueres asfixiada? ¿Esperas por otra cabina rompiendo las normas no escritas de la cola y desafiando la mirada, mitad inquisidora mitad avergonzada, de la señora? ¿Te vas de Villalpando sin hacer pipí? Eso último...¡jamás! Te armas de valor, entras conteniendo la respiración y haces lo que toca mientras lees las decenas de nombres de parejas, iniciales, corazones y fechas que han ido adornando las paredes y la puerta del cubículo desde la última vez que lo pintaron. Allá por 1999.



Comentarios

  1. Una entrada ácida pero veraz :P

    Es cierto que los baños en general suelen estar más sucios de lo que debieran.

    Sin embargo, en mi opinión y experiencia los que en peor estado se encuentran no son los de las estaciones de autobuses, sino los que ponen en la calle cuando llega la temporada de fiestas municipales.
    Esas cabinas de plástico que retiran al final de la semana de verbena... Hay que ver cómo están al de unas cuantas horas de que empiece el mambo.

    En fin... un saludo :)

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  2. Muy original la entrada xDDD

    Gran verdad eso de la puntería, en los baños de las discotecas siempre tengo que andar de puntillas porque los charcos que llegan a formar son enormes xDDD. Y aunque quede mal diciéndolo, no hay un solo hombre sobre la faz de la tierra que viendo un cubata apoyado al lado del water no haya intentado apuntar dentro.

    ¡Saludos!

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  3. Andrés me acabas de resolver muchas incógnitas con lo del cubata. Sí, el hombre es maravilloso, siempre buscando superarse a si mismo. xD

    Iratxe, muy buena observación, se me había olvidado mencionar las cabinas de plástico. Son la frontera hacia el país de la Sepsis.

    Perdonad que os responda a la vez, pero es que no he descubierto como se responde a cada comentario de forma individual y que quede la respuesta justo debajo del mismo. En fin... la telemática.

    Un saludo, y feliz año nuevo!

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