Teo va a un examen.

Mis queridos lectores, os escribo para que tengáis cuidado y toméís precauciones, ya que desde hace algunas semanas unas pesadillas procedentes del mismísmo fuego de Mordor han estado aterrorizando a jóvenes universitarios (y aspirantes a serlo). Por raro que os parezca no me estoy refiriendo a los Uruk Hai, ni al ministro Wert y compañía, si no de algo mucho peor, un diabólico, perverso, terrible y horripilante invento: LOS EXÁMENES.
La mayoría de vosotros los conocéis perfectamente porque los habéis sufrido en vuestras propias carnes, pero para aquellas criaturas inocentes, felices y despreocupadas que no saben de que hablo, se lo explicaré con unos didácticos símiles: los exámenes son para los estudiantes lo mismo que la varicela para un bebé, que un tacto rectal para un anciano, que unos pantalones de rapero para Cachuli, QUE LEER UN LIBRO (sin dibujos) PARA BELÉN ESTEBAN, es decir...una putada y de las gordas.
Es tan jodido que una psiquiatra famosísima llamada Kubler-Ross elaboró las cinco fases que experimenta un estudiante ante un examen importante: negación, ira, negociación, depresión y  aceptación. A muchos os sonará porque posteriormente también se aplicó a las enfermedades terminales, pero eso ya es otra historia.
Negación. Es la primera y más duradera de las fases. Los alumnos niegan la existencia de la asignatura: si no vas a clase, no existe; si no te descargas las diapos, no existe; si no sabes que día es el examen final, es porque no hay examen final, y eso significa que LA ASIGNATURA NO EXISTE (y quien diga lo contrario, morirá).
Ira.  La ira se manifiesta al descubrir que el señor de bata blanca que acude todos los días a la misma hora a tu clase no es Cásper y no sólo no te va a dar gominolas a final de curso como creías, sino que te va a someter a un examen, porque es el profesor de una asignatura en la que te has matriculado y que has de aprobar porque existe. A la rabia producida por el desengaño se le suma un montón de apuntes adictos al Petit Suisse que cada día crecen un poco más.
Negociación. El examen se acerca (junto con otros tropecientos mil) y el alumno tiene que ponerse a estudiar, y de paso saca sus dotes de negociador contra un rival duro de pelar: él mismo. "Venga, por cada tema que me estudie una ojeadita al twitter, mmm.... bueno, mejor por cada tres páginas, o por cada página, nono, espera, por cada tres ojeaditas al twitter me estudio una página...
Depresión. Los días han ido pasando y el sujeto manifiesta los síntomas propios de la depresión. 1. Está encerrado en su habitación y sólo sale de ella para comer y defecar (en caso de que sea un coprófago no saldrá de la habitación bajo ningún concepto). 2. Ha descuidado su aspecto: si es hombre presentará barba de naúfrago, y barba de tres días si se trata de una mujer. 3. No duerme. 4. Tiene impulsos suicidas por lo que coquetea con objetos punzantes como tijeras, cuchillos o lápices Alpino muy afilados. Estos síntomas se acentúan conforme se aproxima el día de la evaluación, llegando a su apogeo la madrugada previa a la misma. Después, tras una sobredosis de té, café, anfetaminas, red-bull, burn o el peor de los brebajes, más conocido como HACENDADO ENERGY DRINK, el estudiante sufre un cortocircuito neuronal  quedando chamuscado el circuito de las preocupaciones, de manera que nuestro desquiciado alumno  cruza la pared, hace chas y aparece en... la última fase!
Aceptación.  Se manifiesta en las horas anteriores al examen, el individuo adopta una actitud serena y digna ante el desagradable, pero inevitable, suceso: "Lo que tenga que ser será" o traducido al cristiano " A ESTAS ALTURAS YA ME LA SUDA".




Comentarios

  1. Totalmente verídico, lo releo ahora y me sigue pareciendo brillante tu análisis sobre las fases.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario