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El aburrimiento

Cuando internet llegó por primera vez a mi casa yo tendría 9 o 10 años. Para conectar el ordenador a la red, debías desconectar el teléfono y dejar la casa incomunicada. El minuto de navegación valía lo mismo que el minuto de conversación de fijo a fijo, y las páginas iban más lentas que el Alvia en el tramo Oviedo-León. Por eso, su uso en mi familia quedaba restringido a lo meramente académico en presencia de mi madre y alguna incursión furtiva de mi hermano en la red cuando ella se iba (y que dejaba de ser furtiva al llegar el recibo). Mis hermanos que ya estaban en secundaria o en la facultad lo utilizaban; pero yo, que todavía estaba en primaria, ni lo olía, ya que mis trabajos se podían hacer con los volúmenes en papel disponibles: como El Gran Libro de Consulta de El País o un diccionario enciclopédico de los años 70. No fue hasta el verano de 2005 cuando el ADSL y la tarifa plana llamaron a nuestra puerta, y con ella una orgía de diversión hasta entonces desconocida pa

Las fotos y el crecer

El otro día  mi madre me sacó una lata de Mahou y unas patatas fritas y así, sin venir muy a cuento me preguntó: ¿hace cuánto que no escribes? "Puf... la tira, ya no tengo ni tiempo ni ganas de contar nada" "Ya te has hecho mayor" Me encojo de hombros y me acuerdo de que tengo edad legal para beber Mahou desde hace 10 años, de los cuales no se me ha visto el pelo por aquí en los dos últimos. Después, repanchingada en el sofá mientras me trago First Dates , resuena en mi coco la  conversación. El octogenario de la pantalla se acomoda la dentadura postiza con la lengua (como quien no quiere la cosa) sin dejar de lanzar miradas rijosas a la camarera que se contonea entre las mesas de Ikea del restaurante ese de chufla, mientras su compañera de mesa y coetánea habla de viajar, de lo importante que resulta para ella que le hagan reír, que necesita una persona activa y bla, bla, bla... Con todo y eso, qué buena salud tienen los mamones. Hacerse mayor, dice.  Así

Anuncios: Dios los cría y ellos se juntan

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Mi espíritu es tan refinado que ya hasta se cultiva solo, mientras yo aprovecho para reconectar con mi maruja interior a través de los magazines matinales, realities británicos de bodas, algún que otro fragmento de Sálvame o Supervivientes y, por supuesto, el programa de Bertín Osborne. Eso sí, como llevaba tanto tiempo sin sentarme tranquilamente en el sofá a consumir telemierda ininterrumpidamente se me había olvidado la cantidad de anuncios que hay. Y lo malos que son la mayoría. Amanece en una preciosa habitación, el sol penetra a través de los grandes ventanales y sus rayos despiertan a la pareja de guapísimos treintañeros que ocupa la cama. Éstos, peinadamente despeinados, reciben el nuevo día con una gran sonrisa, dando ridículos saltitos atraviesan su piso puesto al milímetro y entran en una amplia cocina decorada en tonos claros y más limpia que los quirófanos de la clínica Mayo. Continúan con su animada charla y sus sonrisas, vestidos con sus pijamas conjuntados -ella l

La importancia de un buen desayuno

Cuando pasas del instituto a la universidad se supone que adquieres la suficiente madurez para madrugar cada mañana e ir a clase cuando ya nadie te obliga. Durante el primer curso, bien sea por el miedo al suspenso o el entusiasmo de lo nuevo, esto se cumple. Después, lo que sucede es que en vez de madurar, conforme pasan los años te vas poniendo cada vez más verde y al final acabas conociendo al profesor el día del examen final o ni eso -si, cual monarca del  Antiguo Régimen, es de los que mandan a un valido a examinar en su nombre-. ¿Y al acabar los estudios superiores? Pues ahí cada quie n tiene que buscarse la vida...o tener quien se la busque. En mi caso, acabé la carrera un miércoles de junio y al lunes siguiente empecé a preparar el Mir. Me encontré entonces en una nueva situación vital: no era una estudiante -pues la preparación en sí no constituye ningún tipo de estudios reglados-, tampoco una parada en el sentido estricto, ni una nini, ¿una opositora? tal vez, pero tampoco

MDLB III: PODEROSAS BALADAS

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No tenía pensado escribir hoy aquí, pero cuando la mierda de la buena llama a tu puerta lo último que debes hacer es ignorarla. Pese a mi elegancia innata y mi gusto exquisitamente educado a lo largo de más de dos décadas, siento confesaros un vicio inconfesable, o como se dice ahora un guilty pleasure de lo más hortera. Y es que a veces, cuando trasnocho, no me quedo leyendo hasta las tantas a Sartre con una copa de vino en la mano, ni escuchando la Patética de Tchaikovski en mi tocadiscos. Lo que hago (después de deciros esto, nadie nunca me va a querer vender unas gafas de pasta) es...¡ver videoclips en youtube de baladas rock de los 80! He de advertiros que al principio es un poco complicado diferenciar a unos grupos de otros ( Poison, Skid Row, White Lion, Danger Danger, etc. ), porque todos suenan prácticamente igual y sus cantantes parecen salidos de una cadena de montaje: jovencitos con cara de niña y una larga melena rubia (ahora ya, ni jovencitos, ni melenudos) cubiertos

Mierda de la buena (I): CRIANDO RATAS

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Me ha sucedido en varias ocasiones que una película recomendada tanto por los críticos como por muchos amigos y conocidos me parece una soberana bazofia. Son lo que yo llamo películas "de culo", todos las venden como si fueran de culto pero cuando te quieres dar cuenta les falta la "t".  No voy a dar nombres, bueno sí, qué cojones: Her , Las vidas posibles de Mr. Nobody y The Royal Tenembaun son algunas de ellas. Siempre me pasa lo mismo, acabo de verlas -no sé cómo, porque son aburridísimas- y luego, enfadada busco en Google alguna crítica profesional para saber qué coño las hace tan especiales. Pero resulta que todas todas las reseñas de los supuestos gurús no son más que un batiburrillo de pedantería onanística. Afortunadamente hay un género que nunca me defrauda. Un género cinematográfico que debería enseñarse en los colegios como otra manifestación artística propia de nuestro país -igual que los estilos plateresco o churrigueresco en la arquitectura o el

MIERDA DE LA BUENA

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No sé si a vosotros también os pasa, pero cuando escucho la expresión "mierda de la buena" automáticamente mi cerebro piensa en un camello afroamericano (gracias Hollywood por tus prejuicios raciales) con gorro de lana y camiseta de tirantes promocionando la mercancía  "eh tronco, tengo mierda de la buena, vas a flipar con ella" . Es un reclamo publicitario de puta madre. Imaginaos que es sábado, os acabáis de liquidar una fabada con sus dos copas de vino correspondientes y su arroz con leche (o lo que sea que comáis los de debajo de la Cordillera Cantábrica) y cual serpiente pitón os retiráis a vuestra madriguera a echar la siesta. Entonces, en ese momento mágico en el que estás apunto de quedarte sopas, suena el teléfono. ¿Quién será? Desde luego tiene que suceder algo grave para que llamen un sábado a las 15.45 de la tarde; un incendio o una defunción como mínimo. Haciendo un esfuerzo hercúleo sales de la cama y descuelgas el auricular antes del último timbra

MODAS CHUNGAS I

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En Japón tienen un problema muy serio: les faltan actores porno. Su industria del cine X está en peligro de extinción debido a una gran desproporción entre la cantidad de hombres y mujeres intérpretes (siendo ellas mucho más numerosas). Hay quien achaca esta situación al gran aumento de los soshokukei danshi o chicos herbívoros, jóvenes que se declaran asexuales y que en consecuencia no están interesados en consumir -y mucho menos protagonizar- material pornográfico. Actualmente se debate si esta condición se trata de una orientación sexual más, de una disfunción orgánica o de una moda pasajera. No tengo ni idea. Lo cierto es que está presente en todo el mundo, pero en Japón con muchísima más fuerza. Los nipones siempre me han parecido gente peculiar que populariza artilugios y prácticas insólitas, como los besos con lengua en el ojo que tan de moda se pusieron hace unos años (hablo de los ojos de la cara, lo otro ya está inventado desde hace mucho) y que llevaron a más de uno a perde

DE POR QUÉ SÁLVAME ES DELUXE

No sé si vosotros también lo habéis percibido, pero de un tiempo a esta parte reina en el ambiente una “susceptibilidad generalizada” de la que se deriva una corrección política exquisita –o estúpida, según cada quién-. Lo que vengo a decir es que últimamente no te puedes ni cagar en la leche sin que alguna asociación de amigos de la ganadería te afee semejante conducta, por poner un ejemplo. Mi opinión a este respecto es que lo mejor que uno puede hacer en esta situación es dejar de opinar y adaptarse al nuevo civismo que impera. Por eso hoy voy a reclamar más dignidad y respeto para un colectivo al que pertenezco y que es públicamente vapuleado sin que nadie diga ni mú: los consumidores de telebasura o, como preferimos que nos llamen, coprovidentes. Puede que sea la reencarnación de una ama de casa octogenaria de Ojén, pero a mí me gusta –qué digo ¡me encanta! ¡me fascina!- la telebasura. Los moradores de Telecinco hacen mis delicias cada vez que encuentro un rato para

¿Y los niños? ¿Es que nadie piensa en los niños?

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El otro día estaba sentada en el sofá de mi casa cuando reparé en que ya soy demasiado mayor para decir: "cuando sea mayor..." Y tras ese descubrimiento se me cayeron encima otras muchas evidencias de mi incipiente senectud como el hecho de que me dan asco los bichos o que el telediario me entretiene. Fue un programa de televisión el que me hizo llegar a tan certeras conclusiones acerca de mi infancia, ya marchita. Hora de Aventuras, para ser exactos. Estaba viendo esos dibujos animados cuando me di cuenta de que su argumento, lejos de seguir un desarrollo lógico, era una sucesión de locuras lisérgicas. Y lo mismo me sucede con Historias Corrientes, Dora la Exploradora y demás series infantiles. En un primer momento caí en el error de pensar que las series de ahora no son como las de antes , que cuando yo era pequeña los dibujos eran mucho más normales. Pero no. No son los dibujos los que han cambiado, sino mi cerebro. Algo me hace creer que ver el mundo desde la óptica